EL AÑO LITÚRGICO B
Sr. Maria Anastasia di Gerusalemme,O.Carm
El año litúrgico comienza con el primer domingo de Adviento, que comienza cuatro domingos antes de Navidad (25 de diciembre). Este año, el año litúrgico comienza el 27 de noviembre de 2011, el Círculo B, la Iglesia medita sobre el Evangelio de Marcos y lo utiliza para la mayoría de las lecturas del domingo (San Mattthew de un círculo y San Lucas para el círculo C). San Juan, que aparece varias veces en la Liturgia de la Palabra de casi tres años, se ofrece de una manera especial durante el tiempo de la Pasión del Señor.
EL EVANGELIO DE MARCOS
La pedagogía de la Iglesia nos hace comprender que Jesús no está solo en su caminar, no parte del seno del Padre para bajar a la tierra y después volverse, en un viaje solitario; nosotros estamos también llamados a caminar con Él, en un proceso de conocimiento, pero sobre todo de seguimiento.
Pero es preciso determinar aún mejor las huellas a seguir. Todo el seguimiento, que se nos desvela de modo particular largo en los relatos incluidos en la segunda parte ( a partir de 8,31), que la Iglesia nos hace leer a partir del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario ( Mc 8,27-35), tiene su vértice en la confesión de fe del centurión romano, bajo de la cruz, delante de Jesús crucificado: “¡En verdad que este hombre era el hijo de Dios!” (Mc 15,39). Se trata, entonces, muy claramente de un camino de crecimiento en la fe y en la confesión, en el testimonio. Un camino que parte del encuentro con Jesús, como hombre, declarado carpintero sin ninguna vergüenza (Mc 6,3), y que llega al encuentro con Jesús como Dios y como Salvador.
Quizá otro elemento importante que podríamos buscar para tenerlo presente durante el transcurso de este Año Litúrgico, en nuestra relación de escucha, de meditación, de profundización del evangelio de Marcos, es la mirada de Jesús. Como carmelitas nos sentimos en casa, ante la mirada de Jesús, justo para la llamada particular a la contemplación que nuestro carisma lleva en sí mismo.
Será hermoso dejarse alcanzar por la mirada intensa de Jesús, por ejemplo en el Domingo XIII del Tiempo Ordinario, cuando se lee el evangelio de la hemorroísa o en el domingo XXVIII, cuando también nosotros, como el joven rico, nos encontramos delante del Señor con el corazón abierto y con su misma petición de salvación: “ Maestro, ¿qué debo hacer para tener en herencia la Vida, que eres Tú?” (Mc 10,17). Este será el momento en el que nuestra mirada y toda nuestra vida podrá encontrarse hasta el fondo con Jesús y renovar el pacto de amistad, el pacto de amor, con El, que se ha hecho pobre y humilde con nosotros, para conducirnos con Él a la gloria del Padre.
LOS SIGNIFICADOS DEL AÑO LITÚRGICO
- El año litúrgico celebra el misterio de Cristo

- Tiempo de Adviento y de Navidad
El Adviento es un tiempo de preparación y tiene una característica doble: recuerda la primera venida del Hijo de Dios en humildad y anuncia su segunda venida en gloria. Es un tiempo de esperanza activa, de anhelo, de oración, de evangelización, de alegría. La Navidad es un tiempo de contemplación gozosa del misterio de la Encarnación y de las primeras manifestaciones del Hijo de Dios, que ha venido para nuestra salvación como “hombre entre los hombres”. Durante este tiempo, María es celebrada de manera particular como “Madre de Dios”.
- Tiempo de Cuaresma y de Pascua
La Cuaresma es un tiempo de preparación que conduce a participar de manera más intensa y gradual en el misterio pascual. Acompaña a los catecúmenos a través de los diversos pasos de la iniciación cristiana, y a los fieles a través del recuerdo vivo del bautismo y de la penitencia. El culmen del año litúrgico es la Pascua, de la cual sacan su eficacia de salvación los otros períodos, siendo la plenitud de la redención de la humanidad y de la perfecta glorificación de Dios: destrucción del pecado y de la muerte y comunicación de resurrección y de vida.
- Tiempo Ordinario
En este largo periodo, que recorre una primera etapa entre la Navidad hasta la Cuaresma y una más amplia entre Pentecostés y el Adviento, tiene lugar una celebración global del misterio de Cristo, reconsiderado y profundizado en algunos aspectos particulares. El Domingo -“Día del Señor”- es ya la “Pascua semanal” y, por tanto, un injerto vivo en el núcleo central del misterio de Cristo a lo largo de todo el año; pero además las Semanas (33 o 34), a través de un intenso y continuo recorrido por la Biblia, desarrollan pequeños ciclos de profundización en el misterio de Cristo, que se ofrecen a la meditación de los fieles con el fin de estimular la acción de la Iglesia en el mundo.
LOS COLORES DE LOS ORNAMENTOS
Los colores cambiantes que contemplamos en los ornamentos del sacerdote, sobre el altar y en el ambón son mensajes que hemos de aprender a leer; expresan el significado de la celebración y disponen para el encuentro entre nuestro mundo interior y Dios. En cierto modo, es como si nuestra alma se revistiese de estos colores.

Durante el Año litúrgico, la Iglesia usa el blanco sobre todo en la Navidad, en la Pascua, en las fiestas de Cristo Rey y de la Virgen María (para estas últimas se usa también el color azul).




Resulta fácil, pues, identificar los sentimientos que se quieren manifestar y el tiempo litúrgico en que nos hallamos, según sea el color usado en la Iglesia.
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